25 marzo, 2007

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...Asfalto, asfalto, asfalto, asfalto, acera, acera, esquina, asfalto, asfalto, acera; juega la sombra, alzo la mirada, tejados marcianos, antenas punzantes, crestería que desborda, gárgolas tiernas, mirada a la derecha: ventanales abiertos como fauces que devoran de adentro hacia fuera, un graffiti, un mensaje, granito, granito. Tropiezo, mirada hacia abajo, hormigas babilónicas (tan antiguas como el temor), crucigrama peregrino, van a la batalla, a sobrevivir los pasos, mirada al frente: ojos que pasan y esculcan, ojos que pasan y saludan, ojos que pasan y cuestionan, ojos que pasan e ignoran, ojos que pasan y observan, ojos que pasan y juzgan, ojos que pasan y gustan, ojos que pasan y cuestionan, ojos que sólo pasan, ojos que sólo miran por mirar, ojos que leen la lista de los ojos y bostezan. Escalones, sagrados escalones, tus rejas, tu comunidad, edificio miserable, corredor, cerámica, concreto, cemento, ladrillo, cera, limpieza a medias, áreas verdes ahogadas por el progreso cual mares ahogados por la tierra. El ascensor que me traga y me lleva por la faringe invertida de tu edificio, me digiere en nerviosismo, me espera y me hace esperar; me notifica la llegada de la digestión, me expulsa: tu piso. Atrás, el patio juglar e inmenso pues él sólo es un poema, piedras hirviendo, arenilla como oxígeno, atrás, abajo, (ya qué importa) en la calle: olores que ascienden a los cielos como llamados por Dios, como el humo que expelen los cadáveres de las cabras en el templo de Salomón; ruidos que viajan como oleadas y que susurran desesperación. Tu puerta, el picaporte helado como la primera cuchillada, el timbre cuestionador. Vacilo: derecha, la fila india de viviendas enmarcadas en las alturas, la colocación vertical, el vacío del corredor y el cielo... la libertad al caer. Izquierda: pared, inhabitable. Toco, entro, sala, comedor, cocina, cuarto, todo en las cuatro paredes, como un tierno pero deleznable cuadro. Sólo importas tú en el medio... nada me hará cambiar mi rumbo ni desviar la mirada, todas las brújulas se desintegran como relojes de Dalí, la estrella del norte desaparece así como así, los mapas son incinerados vertiginosamente como textos heréticos, ya nadie ha de posar su oído sobre la tierra, ya nadie ha de mojar su dedo y someterlo a la dirección de los vientos, todos los caminos llevan a ti, todas las entradas son hacia ti, todas las bifurcaciones del mundo se unen, todo se integra en un sendero hacia ti, como si las células nunca se hubiesen dividido y existiese un único organismo: tú.

Bésame y lleva a mi incipiente boca a esos parajes que únicamente los besados han visto, luego, a nuevas escuelas de pupitres embadurnados en desilusión y pizarrones emborrachados de ignominia. Eres tú, como un león de porcelana en la fuente, como el pececillo que me mira desde el fondo, como, las nubes que me abrazan desde el cielo. Eres todo. Eres mi mano contra el granito, raspándose y despellejándose sin inmutarse porque sabe que esos son tus parajes, disfrutando el cosquilleo oscilante como un péndulo entre el placer y el dolor, mientras camino a la torre, monolítica y única, en mi ciudad, como un templo, en todo el centro...

Sinopsis

He dejado de escribir por un buen tiempo.
He suprimido malos hábitos para darle espacio a nuevos.
He caído de bruces y nadie lo ha notado
(no sé si alegrarme o llorar por ello)

He leído muy poco y decodificado en exceso.
He soñado con habanos retoñados de champiñones
y con otras absurdas cuestiones que se repiten una tras otra.
Me he vuelto inoportunamente oportuno.

He andado con un voraz apetito por no apetecer nada
y con mayores contradicciones en la conciencia.
He dejado que la apatía se vuelva mi hermana
y la he amado en un incesto silencioso.

Los símbolos y cifras han perdido su secreto valor;
las grafías son sólo manchas en los documentos.
Rara vez me reconozco entre las gentes,
rara vez reconozco este sentimiento.

Náufrago en la canícula espesa como coágulo de sol,
del único día, del único mes, del único año.
Mi hábitat se esconde entre los charcos y tintes grises
de esta ciudad inmóvil de papel y crepúsculo.

Duermo extendido sobre papeles magros tatuados con ecuaciones;
damnificado de mí mismo, eco de la caída del último baobab.
Veo a una figura encorvada esperarme fumando en el umbral
y no logro moverme a recibirla.

Tú, que no eres parte de este algoritmo cíclico,
en el que, por terquedad, he anulado algunos pasos;
acaso eres la menos vulnerable de mis mentiras,
aún entre aquellas geniales que me he dicho a mí mismo.

Ante ti, hirviendo en fiebre, respirando por la boca,
no hay rictus desconocido o absurdo;
todo arrepentimiento mío caduca antes de ser formulado,
todo intento es un vislumbre de mi futura derrota.

Eres, el ritmo cansado en que danza este poema,
el cual he obviado y pospuesto indefinidamente,
incluso ahora que lo escribo,
y más aún luego, cuando al fin logre borrarlo.

04/05/02, 04/04/05 y 14/10/06