My rating: 5 of 5 stars
****Esta reseña contiene "spoilers"****
Compré esta copia del clásico de Auster, hace casi cinco años, en París, cerca de Notre-Dame, en la hermosa y legendaria librería especializada en literatura anglosajona Shakespeare & Co. De allí también traje dos libros de Christopher Hitchens, que la desidia y el descuido no me han permitido terminar. No hay otro culpable de este crimen que yo mismo, pero al menos empiezo a enmendarlo este año. Ahora, a lo que nos concierne.
Anonadado, impactado, desconcertado y ansioso: cuatro adjetivos que describen cómo me sentí al terminar esta obra maestra.
Tres historias de misterio, ambientadas en un Nueva York enigmático, hermoso y seductor... en la que escritores juegan a ser detectives pero poco o nada de los misterios que persiguen se resuelven; porque el quid no es el misterio circunstancial o banal, si no EL meta-misterio... la GRAN pregunta... que quizá pueda ser la existencia misma, (o incluso, de una manera muy nihilista... quizá no sea absolutamente nada) o también quizá alguna de estas preguntas: ¿cuán importante es el mensaje que una historia pueda transmitir?, ¿cuánto del mundo y de nosotros mismos, de nuestra existencia, realmente puede encontrarse en una historia?, ¿cuánto puede acercarse la escritura a ese enigma y desvelarlo para nosotros, o al menos entregárnoslo a través de la lectura?... escritura y lectura, algunas de las muchas turas de Julio Cortázar en Rayuela
Varias preguntas concretas me quedan, pero creo que sólo existen como un esmalte de post-modernismo al misterio verdadero de estas novelas; pero aún así, no puedo evitarlas, como notas sueltas que debo escribir en algún lado y así calmar una sed inútil que nunca será saciada:
¿Es el Quinn de la primera novela el mismísimo Fanshawe? Quinn recuerda a una esposa y un hijo muertos, ¿no lo están en realidad, si no que él los abandonó, como Fanshawe abandonó a Sophie y Ben? ¿O es que Quinn terminó convirtiéndose en Fanshawe porque ambos son Blue y Black/White de la segunda novela? el perseguidor que se convierte en su perseguido.
Al final de todas las historias un texto funesto, ya sea un providencial cuaderno rojo o un legajo, es entregado de alguna manera al narrador como una aclaratoria final, una respuesta definitiva, un tesoro; pero nunca sabemos de qué tratan o qué dice en ellos, como metáfora baladí de que al final nunca hay una respuesta. ¿Es el cuaderno rojo el que el supuesto Fanshawe entrega a su amigo al final de la tercera novela, el mismo que Quinn escribe al final de la primera?, ¿el mismo escrito en el que Black/White trabajaba incansablemente?, ¿Puede que el aislamiento de Quinn haya devenido en el mismo neo-lenguaje incomprensible que el hijo de Stillman utilizaba y por eso el cuaderno rojo hace poco o ningún sentido, o las frases se niegan entre sí?... Los nombres de la segunda novela: Blue, White, Black, Brown, ¿están desprovistos de realidad porque su mismísimo autor nos confiesa luego que utilizó un subterfugio similar cuando falsificaba planillas de Censo en su juventud?... ¿no es otro guiño para enfatizar que deliberadamente oculta los nombres porque son los mismos que ha venido repitiendo a lo largo de todo el libro?
Muy cerca del final, el amigo de Fanshawe (de quien nunca sabemos el nombre) nos confiesa ser el autor de las dos historias anteriores. Aún así, es Auster quien al mismo tiempo es personaje, el que se lleva el crédito, ¿quién escribe sobre quién?, ¿cuántos detectives, cuántos escritores hay?, ¿cuántos verdaderos, cuántos ficticios?, ¿todos y ninguno?
Es difícil no pensar en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño porque el juego es similar... y al mismo tiempo no lo es, pues ora parece un laberinto hábilmente construido, ora un feliz accidente sin respuesta alguna, donde lo inacabado de la obra quizá trasluzca entre sus costuras, entre sus remiendos e ideas a medio ejecutar, pero cuyo carácter enigmático es suficiente para mantenerlas a flote.
Traté de responder a estas preguntas justo después de terminar. Volví a hojear rápidamente en una re-lectura frenética que no sirvió de mucho. Fue en ese momento donde el juego de Paul Auster se me hizo aún más patente, cuando me vi inducido a buscar una pista suelta, algún guiño que revelara el gran misterio, en el mismo libro que narra la historia de búsquedas idénticas de detectives que no son detectives, tanto como el lector tampoco lo es; al menos no el tipo de detective de las menores historias de misterio que este libro sólo usa como vehículo, tanto como Don Quixote usa las novelas de caballería. De más está decir que el Quijote es mencionado también, y cómo no dudar en este punto que ni una sola línea en este libro haya sido casualidad... y así sigue ad infinitum.
Dejo aquí algunas reseñas muchos mejores que la mía...
Rebecca Goldstein http://www.nytimes.com/books/99/06/20...
Ted Gioia http://www.thenewcanon.com/auster_the...
... y por supuesto, la de un misterioso autor de quien no pude encontrar el nombre... https://pseudointellectualreviews.wor...
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