30 julio, 2017

Los principios se ponen a prueba cuando es más tentador abandonarlos (I)

Tengo meses pensando que debería escribir algo sobre lo que está pasando en mi país. Mi granito de arena providencial o tan sólo la catársis a la incertidumbre acumulada y borboteante que no sólo yo, si no muchos otros venezolanos llevamos dentro: como tanques cisterna deambulando cargados de algún líquido en constante ebullición y a punto de derramarse. Lo haré por partes. A continuación la primera...


Podría escribir algo visceral que subraye las repetidas violaciones y desmanes del régimen, las cuales van desde torturasasedios y destrucción de propiedad privada hasta incursiones ilegalesgolpizasdisparos a quemarropas,  múltiples asesinatos entre otras atrocidades (dixit Ministro de Defensa); enmarcadas todas en una brutalidad represiva que la maquinaria política oficialista (como muy bien lo pone Barrera Tyska) "(...) ha sacralizado hasta -convertir- en un acto heróico", haciendo de sus líderes (otroras víctimas y denunciantes) en siniestros remedos de sus antiguos opresores; con una escalofriante hipocresía que claramente dibuja cómo el Autoritarismo es fundamentalmente el mismo así se vista de Izquierda o de Derecha.

Luego, podría comentar cómo ese ciclo se está repitiendo entre algunos opositores, cuando responden al acorralamiento del gobierno con igual intolerancia, violencia, zaña; hasta el punto que turbas enfurecidas linchan, torturan y, según algunas fuentes: queman vivos a otros.

Violencia genera violencia y en el giro de ese ciclo todos seremos machacados como granos en un molino que parece jamás dejará de girar. Siempre habrá quien justifique ambos desafueros: apologistas de la venganza y el daño colateral, del "ellos" contra "nosotros"; pero es tan sólo otra cara del Autoritarismo, poco o nada más que eso. Pues en ese afán maniqueo callamos las víctimas inconvenientes y enzalsamos las que más nos sirven, para luego espetarnos mutuamente los nombres de unas y otras como si una muerte valiera más que otra... cuando en realidad, por horrible que suene, parece que ninguna vale nada.

Olvidan que los principios se ponen a prueba cuánto más tentador es renunciar a ellos. Cuando la tentación inmediatista de la respuesta violenta logra que aún así derrotases a tu "enemigo", este vencería al lograr que actúes igual que él.

Lo anterior no niega la responsabilidad directa e indirecta del gobierno en toda esta violencia. Ha sido el gobierno quien de manera sistemática ha acorralado toda opción institucional en un enfermizo afán por conservar el poder. Radicalizándose, porque sólo en la aplicación de la fuerza bruta percibe su supervencia. Nunca serán equiparables los crímenes o excesos de los que protestan con los de funcionarios públicos controlando esas protestas; porque la falta del funcionario es doble: como dueño del monopolio de la violencia y como agente de la ley. No es tan sólo responsable por cumplir dicha ley, si no de ejemplificarla.

El hecho que esto no sea vox populi, que no sea una perogrullada, demuestra lo poco que como sociedad democrática hemos avanzado desde que se declaró el inicio de la Quinta República.

El machista y enfermizo culto al hombre fuerte, usualmente personificado en el militar que hace valer su autoridad con carácter y violencia, es una tara de la que parece nunca habremos de librarnos y que en parte explica lo comentado anteriormente y cómo algunos creen que la respuesta del gobierno no sólo es de esperarse, si no incluso justificable.

Una manera de encapsularlo es un dicho repetido mil veces por mi padre: "El que no quiere balas, no va a la guerra". Bajo estos argumentos, si las protestas son violentas, el control de orden público sobre las mismas también debe serlo. Los que protestan deben "aprender y escarmentar"; hasta llegar al absurdo de considerar como atacantes militares a un grupo de protestantes lanzando piedras a instalaciones militares.

Este es un argumento que supone que las leyes son flexibles y discrecionales y por ende asume que el Estado no sólo tiene el deber, si no el derecho de imponerlas como mejor le parezca. Es fundamentalmente, un argumento facista, pues supone que el todopoderoso estado ejerce de manera discrecional la soberanía.

Siguiendo esta lógica absolutista, fácilmente derechos inalienables (como la libertad de expresión, identidad sexual, libre tránsito, protesta) son discresionales. Olvidan quienes defiende esta tesis el principio democrático bàsico de que la ley no existe para defender a las mayorías, porque éstas siempre podrán imponerse por medio de la fuerza y los votos.

El regímen verderamente democrático y moderno, por ser gobierno y tener jefatura del estado, se supone garante y promotor de la paz y defensor de la minoría vulnerada. Cualquier otro que no encarne estos valores, independientemente de su orientación política, sencillamente no puede denominarse democrático, ni mucho menos moderno.

Un ejemplo reciente de ello son las reacciones al impasse entre el Coronel Bladimir Lugo y el Presidente de la Asamblea Nacional, Diputado Julio Borges. El primero, un militar supuestamente encargado de custodiar a los diputados en el Palacio Federal, luego de que varios de sus subordinados fueron sorprendidos in fraganti cargando cajas marcadas como del CNE hacia su despacho, fue increpado por algunas diputadas quienes se acercaron a cuestionar esta maniobra. La discusión se acalaró hasta el punto que algunas adujeron fueron vejadas y golpeadas. Esto, que ya es lo suficientemente grave y delicado, no fue lo más resaltante. Momentos después entra Borges a conversar con el Coronel y este lo "recibe" instruyendo a un soldado que los grabe...



Lo curioso, lamentablemente, no es la actitud socarrona, machista y vulgar del Coronel, ni tampoco el empujón que le propina al mismísimo funcionario de cuya seguridad se supone responsable. Este señor, desde las letras con las que escribe su nombre deja claro que así esté obviamente equivocado asertará su razón por encima de todo. El vídeo es una explicación más del por qué estamos como estamos y cómo llegamos hasta aquí. El estamento militar hace mucho olvidó que está supeditado a lo civil y de hecho está convencido de lo contrario. Desde que elegimos a un ex militar para gobernarnos y este se rodeó de militares para armar ese gobierno, perdimos toda brújula y sindéresis en ese sentido. Las FFAA no son más que un cáncer que hizo metástasis sobre la república y por ahora pareciera que sólo una extirpación total podrá curarla.

Lo curioso son algunas de las reacciones que escuché y leí luego, no sólo a oficialistas, si no a opositores, sobre la falta de guáramo de Borges... le recriminaban que no fue lo suficientemente violento, que no fue lo suficientemente fuerte, que no fue el macho alfa que deja a su contricante reducido, que no tolera irrespetos, que no duda por un segundo recurrir a la violencia verbal, discursiva o incluso física.

Creo que en ciertos trasfondos le recriminaban que no fue lo suficientemente "militar". Claro que podría haberle contestado, claro que tenía argumentos para hacerlo, ¿pero a eso iba Borges?, ¿a que una cámara grababa cómo golpeaba o cómo recibía golpes?, ¿o fue precisamente a parlamentar?, ¿acaso no es él un parlamentario?

Confundimos la pasividad con cobardía demasiado fácilmente. Este es un país miserablemente valiente: lleno de coraje estúpido, lleno de rabia sin sesos. Terminaremos todos pulverizando a nuestros enemigos; todos con la satisfacción de tener el guáramo para asertar nuestra razón sobre la de los demás.

Y es así, en la justificación de la fuerza como único camino para ejercer el poder y para oponerse a él que estamos. Tanto en los seguidores del gobierno que justifican, la inocultable y vulgar represión de las fuerzas públicas, bajo premisas tan absurdas como defensa contra ataques militares o de reprimendas adecuadas a los excesos de quienes protestan; como en los opositores radicalizados que celebran la venganza criminal como una respuesta inevitable, demostrando lo fácilmente que renuncian a sus principios y la razón de su protestas (es, como poco, un enorme contrasentido protestar contra el fascismo, siendo fascista)

El gobierno condecoró a Lugo por lo valiente que demostró ser al empujar a un civil al que se supone debe defender. Creo que poco o nada más se puede decir que sea más contundente que eso.

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