El día de ayer, el economista serbio-americano especialista en desigualdad económica, Branko Milanović, publicó en su blog una interesante reflexión sobre la verdadera naturaleza de algunos regímenes populistas actuales, entre los que incluye a Venezuela. Me tomé el atrevimiento de traducirlo y lo publico a continuación, con permiso de su autor. El original está aquí.
El término "democracia iliberal" fue introducido, creo, por Fareed Zakaria. Viktor Orbán, Primer Ministro húngaro y antiguo líder modélico de los reformistas y liberales de los noventa quien luego decidió pasar la hoja, lo utilizó como una insignia honorífica. Recientemente ha ganado popularidad como una forma de nombrar y explicar regímenes como el de Erdoğan en Turquía, Putin en Rusia y quizá Venezuela pueda ser colocada en la misma categoría también.
La implicación del término "democracia iliberal" es que el sistema que describe es democrático, en el sentido de que hay elecciones libres, prensa más o menos libre o al menos diversa, derecho de reunión, etc... pero los "valores" propugnados por el sistema son "iliberales": Erdoğan cree en la supremacía del Islam sobre los Derechos Humanos definidos por la Ilustración, Orbán cree en la "Civilización Cristiana", Putin en la "Espiritualidad Rusa", Maduro en la "Revolución Bolivariana". "Iliberal" también implica que el sistema es mayoritario en el sentido que ciertos derechos "inalienables" pueden ser suspendidos a través de una sencilla votación, hasta el extremo que una mayoría puede decidir negarle ciertos derechos (por ejemplo, libertad de expresión) a una minoría.
La implicación del término "democracia iliberal" es que el sistema que describe es democrático, en el sentido de que hay elecciones libres, prensa más o menos libre o al menos diversa, derecho de reunión, etc... pero los "valores" propugnados por el sistema son "iliberales": Erdoğan cree en la supremacía del Islam sobre los Derechos Humanos definidos por la Ilustración, Orbán cree en la "Civilización Cristiana", Putin en la "Espiritualidad Rusa", Maduro en la "Revolución Bolivariana". "Iliberal" también implica que el sistema es mayoritario en el sentido que ciertos derechos "inalienables" pueden ser suspendidos a través de una sencilla votación, hasta el extremo que una mayoría puede decidir negarle ciertos derechos (por ejemplo, libertad de expresión) a una minoría.
Esta definición en mi opinión, sobrestima el componente más importante de estos sistemas. El núcleo, o el objetivo deseado de esta nueva casta de regímenes cuasi democráticos es el multipartidismo en el cual, sin embargo, sólo un partido puede ganar. Rusia es la que ha ido más lejos en el camino de la "ingeniería electoral" donde aparentemente existe una democracia, múltiples partidos, etc. pero las reglas del juego son tales que sólo un partido puede ganar y a los otros, en función de su "maleabilidad" y cercanía al "partido del poder" se les permite participar en la repartición del botín.
Porque es precisamente la "división del botín" una característica crucial en estos regímenes. No comparten, como algunos comentadores creen, "valores" antiéticos y contrarios a los valores liberales occidentales. Más bien, creo, esos valores contrarios son simplemente inventados para proveer a los votantes la sensación que de hecho están votando por algún original programa "nacional", "casero", "anti-cosmopolita", mientras el objetivo real del partido del poder es controlar el Estado para poder robar, ya sea directa (a través de contrataciones sobregiradas o empresas estatales) o indirectamente (corrupción en el sector privado, y leyes y regulaciones vendidas al mejor postor)
Por ende, el partido en poder es simplemente robo organizado que para poder sobrevivir y prosperar, necesita pretender defender ciertos "valores" y, lo más importante, continuar proveyendo beneficios financieros a sus partidarios. El Sistema es entonces completamente clientelista. Funciona de manera muy similar al Zaire de Mobutu (descrito bellamente en el libro "In the footsteps of Mr. Kurtz" de Michela Wrong) Los tipos en el tope de la pirámide (Erdoğan y su hijo, Putin, Rothenberg y otros oligarcas, etc.) como Mobutu, toman la rebanada más grande del pastel, pero son más que nada, árbitros en el proceso de repartición del dinero entre varias facciones. Cuando se lee el libro de Wrong sobre Zaire, uno se da cuenta que Mobutu era el ápex de la pirámide, pero no era el dictador supremo que no le rinde cuentas a nadie. Para permanecer en el poder, tenía que mantener el apoyo de varios grupos que competían por dinero. Es así como Putin mantiene su poder, no como un dictador estalinista, sino como el árbitro indispensable, cuya partida súbita desencajaría al sistema de su balance hasta que, posiblemente tras una guerra civil, un nuevo árbitro, aceptado por la mayoría, emerja.
Cuando pasé un verano en Serbia y Montenegro fue que me di cuenta que esta particular naturaleza de las reglas combinada con clientelismo (el cual es crucial) y no una oposición a valores "liberales" es lo que los caracteriza. Montenegro había sido gobernada por un hombre, Djukanoviċ, por treinta años. Durante este tiempo, como Putin, ha cambiado la posición desde la que lidera: Presidente de su partido, Primer Ministro, Presidente del país. Aún más, el mandato de Djukanoviċ coincide con "valores" liberales occidentales en áreas como: derechos homosexuales, ambientalismo, desregulación, etc. Ha llevado a Montenegro al umbral de la Unión Europea y la ha incluido en la OTAN. Pero la estructura de su gobierno es equivalente a la de Putin: control del gobierno para poder robar, y distribuir esas ganancias entre sus partidarios (y por supuesto a sí mismo y sus adláteres)
Para que un sistema como este pueda sobrevivir necesita continuamente ganar elecciones, idealmente para siempre. Ben Ali y Mubarak que dirigían sistemas similares en Túnez y Egipto, eventualmente fallaron. Pero Djukanoviċ, Lukashenko, Erdoğan, Putin y Orbán no han fallado hasta ahora. De nuevo, es Rusia quien está a la vanguardia en esto. Para ganar elecciones, todos los medios son utilizados: a empleados del sector públicos se les "recomienda" con vehemencia que voten por el candidato "correcto" o el partido "correcto"; a la gente se les da celulares con los cuales pueden grabar su voto, y si votan "correctamente" se les permite conservar el teléfono (Montenegro utilizó esta técnica por más de una década), los votos son comprados directamente, o actas falsas son añadidas para sembrar confusión. El descarado robo de votos, falsificando los totales sólo como queda como ultima ratio. En Rusia, tal falsificación es difícil o imposible en las grandes ciudades pero muy plausible en pequeños pueblos o áreas alejadas donde los porcentajes del candidato "correcto" llegan a 90 por ciento o más.
Creo que no sería apropiado entonces considerar a tales regímenes como una especie diferente a los regímenes liberales occidentales. Sencillamente exageran algunas características que existen en democracias "avanzadas": venta de regulaciones y leyes se hace en ambos sistemas, pero se hace de manera más abierta y descarada en los "nuevos" regímenes; la creación de un segundo partido real en Rusia es tan difícil como la creación de un tercer partido en los Estados Unidos; la supresión de votos sólo es llevada un paso más allá. Amplifican, algunas veces de manera grotesca, los aspectos negativos de las democracias y suprimen, casi por completo, los positivos.
Pero la característica clave de los nuevos regímenes es que son Cleptocracias multipartidistas electorales, donde sólo un partido puede ganar.
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