A principios de Marzo, me topé con este artículo de The New Yorker y no pude soltarlo hasta leerlo por completo. No conseguí una versión en castellano y dado que tendría tiempo me dediqué a traducirlo al completo. Fue publicado en Abril de 1995; pero lo que allí se cuenta y el impacto que Elaine Pagels tuvo y tiene sobre historia de la religión, sigue siendo de gran importancia. Creo que me conmovió especialmente porque me encontraba leyendo al momento "Dios no es bueno" de Christopher Hitchens.
Como en oportunidades anteriores aclaro: la traducción es mía, los vínculos e imágenes los agrego yo. No lo hago con ningún fin de lucro, ni de violación de derechos de autor, sino tan sólo de divulgación. Su autor es David Remnick. Incluyo también la fuente de las ilustraciones en la medida de lo posible.
Hace dieciséis años, Elaine Pagels (quien para el momento estaba en su treintena y era profesora del Barnard College) destruyó el mito que el Cristianismo Primitivo era una movimiento de fe unificado. Es una rareza para un académico tan joven
alterar, siquiera levemente, la visión histórica sobre algo tan vasto y esencial
como la religión predominante del Mundo Occidental. Usualmente, sólo los
físicos y los matemáticos pueden albergar esperanzas de entrar a su edad madura
temprana dejando su marca académica; de hecho, para ese tipo de científicos
pasar por sus treinta sin esa distinción puede ser indicativo de desesperanza… o de un futuro como administrador universitario. Los historiadores, en cambio,
no pueden confiar en su intuición o rapidez mental. La historia es un arte, no
sólo de la imaginación pero también de la acumulación, de lenguajes, lecturas,
viajes y perspectivas. Pagels, quien ahora es Profesora de la prestigiosa cátedra
Harrington Spear Paine en la Universidad de Princenton, ha acumulado miles de
horas en la biblioteca, el aula y los archivos y tiene un manejo competente
del griego, latín, hebreo, francés, italiano y copto: una aljaba bastante
apropiada para un especialista en Cristianismo primitivo. También, en ese asombrosamente temprano momento en su carrera, logró dar en la diana académica.
En 1979, Pagels publicó “Los Evangelios Gnósticos”, un breve y elegante
análisis de una serie de documentos antiguos conocidos en colectivo como la
Manuscritos de Nag Hammadi.
Así como Edmund Wilson señaló para el público general la
importancia de los Manuscritos del Mar Muerto, Pagels explicó el valor y
significado de un legajo de papiros desenterrado en 1945 en el desierto egipcio por un campesino llamado Muhammad Ali al-Samman, quien mientras cavaba cerca
del pueblo de Nag Hammadi en busca de sabakh
(un suelo suave utilizado como fertilizante) encontró un jarrón
rojo de barro. Pensando que podría contener oro lo rompió con su azadón
y encontró trece libros de papiro encuadernados en cuero. Esa noche,
su madre quemó buena parte del hallazgo como encendaja para el horno. Lo que no
quemó terminó en manos de contrabandistas, comerciantes de antigüedades y,
eventualmente, estudiosos del cristianismo de los Siglos I y II.
A través de una lectura
cuidadosa de los cincuenta y dos textos sagrados que sobrevivieron
(traducciones coptas de originales griegos, algunos tan viejos como los cuatro Evangelios)
Pagels dejó claro que el Cristianismo Primitivo o Paleocristiniasmo era mucho más complicado que lo que
nadie hubiese imaginado. Aparte de un enorme y diverso compendio de poemas, cantos,
mitos, evangelios, documentos paganos e instrucciones espirituales; los textos
son además evidencia inconfundible de un fiero debate teológico y de una tradición
alternativa entre los primeros Cristianos (una especie de variante mística, muy
parecida a la tradición Zen en el budismo, Kavala en el Judaísmo, Sufismo en el
Islam) Pagels argumenta que los primeros Padres de la Iglesia, en su
intento de eliminar esta cristiandad más experimental en favor de una
institución ortodoxa (una iglesia universal o católica) declararon a los textos
heréticos. Es posible que los miembros de esta secta, los gnósticos hubiesen enterrado los textos para evitar las
brutales purgas dirigidas por Atanasio el notorio Obispo de Alejandría.
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San Ireneo
Public Domain (fuente) |
A pesar
que muchas de las historias dentro de lo que se convirtió en el Nuevo
Testamento (el nacimiento de una virgen, la resurrección de Cristo) son al
menos tan extraños como cualquier cosa en los textos gnósticos, los líderes de
la Iglesia canonizaron los Evangelios atribuidos a Marcos, Mateo, Lucas y Juan
como una base confiable para una organización con un atractivo masivo. El
gnosticismo, con su énfasis en la divinidad individual y una comunión personal
inmediata, era una amenaza a la autoridad de los obispos y sacerdotes. Su
sugerencia, por ejemplo, que la Resurrección de Jesús era una visión
mitológica, en vez de como lo aseveran los Evangelios Sinópticos, un evento
histórico; era intolerable y también lo era la noción que Dios era tanto madre
como padre de Jesús. Así, en el Siglo II una ortodoxia empezó a tomar
forma y junto a ella, cierto temperamento. Ireneo, el Obispo ortodoxo de Lyon y
uno de los cruzados principales contra los gnósticos declaro que, mientras
ciertos herejes “hacen alarde de poseer más evangelios que los que realmente
existen”, ningún líder de la Iglesia debe “sin importar cuán dotado sea en
asuntos de elocuencia, enseñar doctrinas distintas a las de éstos”
“Los Evangelios Gnósticos”
ganó el National Book Award, el National Book Critics Circle y el elogio de los
colegas profesionales de Pagels. Harold Bloom, un crítico literario con una
especialización en gnosticismo, acreditó a Pagels (en el Washintong Post) de
poseer “un academicismo devoto y sólido”. Varias otras reseñas resaltaron su destreza como
una educadora ingeniosa y concisa. De manera notable, logró presentar un argumento
complicado a una audiencia popular sin saltarse las demandas de una tesis
académica.
En los años que siguieron
al éxito de “Los Evangelios Gnósticos” su autora pareció llevar una vida de
invariable buena fortuna. Su futuro profesional era ilimitado, su vida personal
una fuente de placer y vitalidad. Su matrimonio con el físico Heinz Pagels era
una unión de intelecto y espíritu. Heinz era un investigador,
escritor, Director Ejecutivo de la New York Academy of Sciences, activista por los derechos humanos y un famoso anecdotista encantador. “En
muchas formas, eran la pareja perfecta”, recuerda Elizabeth Diggs, dramaturga y
una de las amigas más cercanas de Elaine. “Heinz era alto, rubio y
fabulosamente buenmozo. Era brillante y bueno. Tenía defectos… podía
alardear demasiado de la gente importante que decía conocer, pero en general
era un hombre bueno y profundamente moral. Heinz sentía más pasión y amor por
el mundo que cualquier otra persona que jamás haya conocido. Era el complemento
perfecto para Elaine, la adoraba y la apoyaba por completo. Más que apoyarla, abogaba
y peleaba por ella."
En 1980 Elaine dio a luz
un hijo, Mark. Cuando tenía dos años, fue diagnosticado con una enfermedad
respiratoria que inevitablemente acortaría su vida, esta noticia atormentaba a
la familia, pero aun así vivieron una existencia casi ideal. Elaine comenzó a
trabajar en un estudio sobre la historia de Adán y Eva y la forma en que Augusto
de Hipona la había reinterpretado en el Siglo IV como una parábola de pecado
inherente en vez de libertad humana. Heinz se volcó incrementalmente a escribir libros populares sobre física y en estudiar el campo emergente de
Teoría Compleja. Mark creció para ser un muchachito radiante e inteligentemente
precoz, quien iba a todos lados en Nueva York con sus padres (usualmente a
hombros de Heinz): al Planetario Hayden, el Museo de Historia Natural, a las
embarcaciones atracadas a lo largo del Hudson, las galerías del East Village.
En 1986, Elaine y Heinz adoptaron un segundo niño, una pequeña llamada Sarah.
El 10 de Abril de 1987, a los seis años y medio de edad, Mark Pagels murió. A medida que se hacía mayor
sus pulmones no crecieron apropiadamente y perdieron su elasticidad. Para el
momento en que Elaine terminó el manuscrito de “Adán, Eva y la Serpiente” y
Heinz terminaba su estudio de Teoría de Complejidad titulado “Los Sueños de la Razón” se encontraron dedicando ambos libros a la memoria de su hijo fallecido. Sus
amigos recuerdan que al salir de la misa funeraria en la Iglesia del Descanso
Divino, en la Quinta Avenida de Nueva York, vieron hombres y mujeres sollozando sin tapujos a
medida que bajaban las escalinatas, “He estado en sabe Dios cuántos funerales y
sin embargo éste pareció romperle el corazón a todos”, dijo uno de sus
allegados.
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Mark y Heinz Pagels
alrededor de 1980 (fuente) |
Durante el año siguiente,
Elaine y Heinz se hundieron en un duelo impensable, un dolor digno de Job.
“Ausencia cruda, tristeza, duelo estúpido” llegaría a llamarlo Elaine más adelante. Pero
se rehusaron a sucumbir a la desesperanza. Aún tenían a su hija, Sarah y luego
que un año pasara adoptaron otro niño, David. Especialmente era Heinz quien
proveía un espíritu y perspectiva que ayudó a la familia a moverse hacia
adelante. En “El Código Cósmico”, un estudio sobre física moderna publicado en
1982, concluía con una gozosa meditación sobre el placer de entender, incluso
enfrentando la muerte, algunas de las estructuras y lógica del universo.
“Solía escalar
montañas en medio de nieve y hielo, colgando en los costados de grandes rocas.
Una vez le describí una de mis aventuras a un amigo mayor que yo y al
terminarla me preguntó, ‘¿Por qué intentas matarte?’
Protesté. Le
dije que las recompensas que buscaba eran de perspectiva, placer, de la emoción
de enfrentar mi cuerpo y habilidades contra la naturaleza. Mi amigo replicó,
‘Cuando seas tan viejo como yo te darás cuenta que estás tratando de matarte’.
Soñaba frecuentemente que caía. Este tipo de sueños son normales entre los
ambiciosos o aquellos que escalan montañas. Últimamente soñé que me aferraba a
la ladera de la montaña pero no me sostenía. La gravilla cedió. Me agarré de un
arbusto, pero se salió y horrorizado caí al abismo. De repente me di cuenta que
mi caída era relativa, no había fondo ni final. Una sensación placentera me
sobrecogió. Caí en cuenta de lo que me personifica, el principio de la vida, no
puede ser destruido. Está escrito en el código cósmico, en el orden del
universo. Mientras continuaba cayendo en el oscuro vacío, abrazo por la bóveda
celeste, le canté a la belleza de las estrellas he hice las paces con la
oscuridad”
Al comienzo del verano de
1988, sus amigos empezaron a pensar que Heinz y Elaine empezaban a emerger del
shock de la muerte de su primogénito. Ese Junio, la familia fue a Aspen, donde
Heinz podría trabajar en el Centro para la Física, Elaine podría leer, y ellos y
los niños podrían relajarse juntos. Seth Lloyd, un joven físico quien estaba
trabajando con Heinz en Teoría de Complejidad, recuerda que el verano empezó
con un aura promisoria: “Elaine y Heinz realmente parecían felices”, dice.
“Parecía como si realmente hubiesen logrado cruzar al otro lado”
En Aspen, Heinz y algunas
veces Elaine, hacían largas excursiones en las colinas y montañas. En la mañana
del 24 de Julio, Heinz y Seth salieron por una caminata larga ascendiendo a Pico
Pirámide, una montaña de más de 4000 metros en el Elk Range, a las afueras del
pueblo. Elaine se quedó en casa. Seth era un escalador experimentado, pero
nunca había subido Pico Pirámide. Heinz sí, por lo que tomó la delantera. “La
única razón por la que podría haber peligro en Pico Pirámide es porque existe
el riesgo de piedra desmoronándose y cayendo”, dijo Lloyd. “Sin eso, es más una
excursión que una escalada. Es sólo en los últimos 300 metros que tienes que
usar tus manos. Cerca del mediodía llegamos a la cima y nos quedamos por una
hora. Era un día agradable con amplias y claras vistas. Almorzamos y luego empezamos el descenso”
De niño, Heinz habría
sufrido de polio. Esa condición lo dejó sólo con tobillos debilitados y muy pocas otras señales externas. De vez en cuando, escalando o sólo caminando
por la calle, se tropezaba, pero no era muy frecuente. Utilizaba botas de
excursión ordinarias para escalar Pico Pirámide. “Habíamos descendido unos 800
metros, quizá unos 120 metros verticales desde la cumbre y llegamos a un punto
complicado en el borde con un fondo muy profundo” continúa Lloyd. “Heinz iba en
frente. Al final del borde hay un sitio donde debe saltarse a una silla, un
pequeño columpio, es un salto de un metro, nada que un niño no pudiera hacer,
pero Heinz tenía esos tobillos débiles y cuando aterrizó en el borde, cedieron.
Resbaló y cayó. Eso fue todo, un resbalón. Heinz cayó a través de una calzada
en un estrecho barranco y fuera de vista. Trató de salvarse, pero no tenía
nada a lo cual aferrarse” Tres horas después de la caída, un equipo rescatista
encontró el cuerpo de Heinz Pagels, 600 metros por debajo del punto donde cayó.
Tenía cuarenta y nueve años.
**
En Junio, Elaine Pagels
publicará un nuevo libro, “El Origen de Satanás”. Breve y
lúcido, es un intento de describir la forma evolucionada del Diablo en la
literatura sagrada judeo-cristiana y el alza de la demonización, una práctica
que ha aterrorizado dos mil años de historia. Para Pagels la demonización es un
elemento crucial y terrorífico del Cristianismo. Lo que empezó como la retórica
estratégica de una secta minoritaria, una manera de definirse y afirmarse a sí
misma, se convirtió en la justificación moral y a veces psicológica de una
religión mayoritaria, para llevar a cabo persecuciones: primero de judíos, luego de romanos y herejes; todos los
oponentes, reales o imaginarios.
Pagels, como muchos otros
escolares, comienza por observar que aunque todo tipo de ángeles frecuentan la
Biblia Hebrea, los seres demoníacos están prácticamente ausentes. son agentes
de obstrucción en el Libro de Job y en Números, por ejemplo, pero aun así son
miembros de la corte celestial. Esto cambió con el alza del sectarismo. Para
dos sectas judías del Siglo I: los Esenios (quienes se extinguieron y se
convirtieron en una curiosidad histórica) y los seguidores de Jesús (quienes
prosperaron), varias figuras llamadas de distintas maneras: Satanás, Belial o
Belzebú aparecen como el Gran Otro en una guerra cósmica y resquebrajarían la unidad de la corte celestial. Pagels perfila la manera en que los cuatro
evangelistas (quienes probablemente escribieron sus obras en los años 60 y 70,
justo después de la destrucción por los romanos del Templo de Jerusalén y la
dispersión del pueblo judío) le dieron forma a sus historias e imaginería
buscando unificar a los seguidores judíos de Jesús. La tipología de "Dios y Satanás", "Nosotros y Ellos", aparece. A pesar que los evangelios cuentan una historia
moral de Jesús (sus lecciones caritativas, de redención y de amor) también
cuentan otra paralela en la que sus enemigos amenazan la unidad tribal
en la tierra y son, más veces que no, encarnaciones de Satanás. Esta segunda
historia en la que los evangelistas crean una psicología de guerra cósmica, ha
influenciado el curso (el trágico curso) de toda la historia occidental.
Pagels comienza el texto
con detalles que le ayuden a rastrear la primera aparición de Satanás. El
Evangelio de Marcos, por ejemplo, se desvía de la tradición judía y describe
(3:23-27) al ministerio de Jesús en batalla constante contra el reino de
Satanás. Para los evangelistas, el primer enemigo era “el íntimo enemigo”, es
decir, la mayoría de sus correligionarios judíos que no seguían a Cristo. La
creación de un Satanás poderoso en la cosmología cristiana ortodoxa se
convierte no sólo en el fundamento del antisemitismo pero en un patrón para
interpretar al mundo. Pagels nos dice: “Tales visiones han sido incorporadas
dentro de la tradición cristiana y han servido para, entre otras cosas,
confirmar a los creyentes su identificación con Dios y demonizar a sus
oponentes; primero otros judíos, luego paganos, y más adelantes disidentes
cristianos llamados herejes”. Esta visión apocalíptica, cuya victoria está
asegurada a aquellos que se mantuvieron del lado de Cristo, “ha enseñado
incluso a gente secular a interpretar la historia cultural occidental como una
moraleja, en las cuales las fuerzas del bien contienden a las fuerzas del mal
en el mundo” La demonización es crucial para el lenguaje y pensamiento de los
fundamentalistas, desde Pat Robertson hasta los Ayatolá; durante la Guerra del
Golfo estaba presente en la retórica de Saddan Hussein y George Bush Padre. También inclusive entre fundamentalistas seculares: la
retórica de Lenin, su predicción de una victoria global sobre los infieles
capitalistas, toma prestado de la tradición religiosa que prometió enterrar.
Curiosamente, “El Origen de
Satanás” comienza con un momento personal muy íntimo, una pista de cómo Pagels
transformó el dolor en investigación:
“En 1988, mi esposo por veinte años murió
en un accidente escalando. Yo me hice consciente al igual que mucha gente
que pasa por el duelo, que vivía en presencia de un ser invisible… es decir,
convivía con la vivaz presencia de alguien que ha muerto”
Es un momento
enigmático y fascinante, pero, tan pronto como Pagels sube el telón de su
proceso creativo en “El Origen de Satanás”, lo vuelve a bajar.
Cuando conocí a Pagels por primera vez, me recordó a una caricatura de Einstein, el académico soñador
caminando por Nassau Street, sus llaves sobresaliendo de un bolsillo, una pluma
goteando en el otro. Pagels, también tiene una expresión engañosamente ausente
en el rostro que muestra al mundo. Como siempre está corriendo de un compromiso
a otro, usualmente es impuntual, olvida y pierde cosas y parece un tanto
desvalida. Su relación con el mundo ordinario parece a veces insegura. Cuando
viajamos juntos de Princeton a Harvard, los horarios de los trenes y las
puertas de los aeropuertos parecían desconcertarla. De una manera anacrónica,
incita a ayudarla. No puedes resistir cargar su maleta o chequear su frente a
ver si tiene fiebre, y aun así, es enormemente fuerte. Pagels no sólo
sobrevivió dos tragedias en apenas quince meses, pero desde entonces ha escrito
otro libro, criado a sus hijos y tutelado a sus muchos estudiantes. Según muchas
fuentes es una buena colega y amiga devota. Su mente es rápida y generosa. A
los cincuenta y dos años, posee una apariencia gentil y diligente (una cara
redondeada, amigable, cabello rubio algo etéreo) y sin embargo al conversar es
feroz, enfocada, desmonta las preguntas insensibles y se deleita en las
inesperadas. Cuando da sus clases de un curso sobre el Nuevo Testamento (Lunes
y Miércoles a las 10am) más que pasear por el púlpito, lo acecha. Pagels
irradia tanta intensidad que de alguna manera es inevitable imaginar un
cigarrillo consumiéndose rápidamente en su mano, pero no lo hay, ella no fuma,
pero sí pareciera arder por sí misma.
“En un momento de mi vida
tuve que tomar una decisión” me dijo un día mientras trataba de seguirla
más allá de una señal de Pare en la calle (una minivan marrón a unos 50 kph
por poco nos atropella) “Tuve que decidir si tendría mucho o poco en mi vida”,
continuó. “Estudios, niños, amigos, viajes, todo ello. Esa fue una decisión
sencilla. Escogí mucho”
Luego de leer el manuscrito
de “El Origen de Satanás”, le pregunté cómo la muerte de su esposo e hijo pudo
conducirla a un estudio sobre el demonio.
“La tragedia… las
tragedias, fueron absolutamente devastadoras, inimaginables”. Su voz estable,
deliberada. “Estás apenas empezando a creer que puedes pasar por una tragedia y
comenzar de nuevo y luego esto nos golpea, la muerte de Heinz. David tenía tres
meses y Sarah dos años y medio cuando Heinz muere. La idea de criar a estos
niños sin él era inconcebible. Pero la pregunta era: ¿puedes superarlo?
Encontré que en momentos de duelo, la iglesia tiene poco que decir. Es
demasiado lejana. Las técnicas de meditación que aprendí de los monjes
trapenses en Colorado fueron más útiles. Pero sólo el imaginar hacer cualquier
cosa era tan difícil. Me retraje de la docencia y me fui por un año al
Instituto de Estudios Avanzados a investigar. Mayormente, pasé tiempo con mis
hijos y amigos, leyendo, escuchando música”
Luego de una pausa,
continua: “Cuando dos cosas como éstas pasan, uno se pregunta, ¿cómo puedo afrontarlas?,
te preguntas, ¿qué pasó con el sentido de proporcionalidad en el universo? Pero
el universo, por supuesto, no se trata de eso. Heinz tenía cierta noción de
ello... su trabajo sobre el caos, Teoría del Caos. Pero en mí misma, inclusive en
mí misma que fui creada por ateos, había una percepción subliminal de un
universo ordenado moralmente. Mira la historia de Sodoma y Gomorra en la biblia
hebrea. Es un relato sobre como un rasgo del universo natural, un volcán,
destruye dos ciudades. El escritor trata de describir cómo cada uno de los
hombres en esas ciudades era maligno y por tanto todos fueron destruidos por el
volcán. Pero erupcionar es sencillamente lo que los volcanes hacen. Lo hacen, sin importarles si quienes se encuentren a su paso son buenos o
malos. Es así como empecé a pensar acerca de estas historias y estas preguntas y a tratar de sustraerme de esa posición subliminal en la que un orden está
presente. Empecé a ver y darme cuenta de la extensión en la cual percibo cosas
a través de esta idea de un universo del bien y del mal. No importaba que no
fuera creyente en el sentido tradicional. Estas historias, creas en ellas
literalmente o no, son sombras: la arquitectura mental en la que vivimos, y lo
impregnan todo.
El tipo de respuesta que la
mayoría tendríamos ante tal evento sería en pensar en el mismo como si fuese
parte de un universo ordenado moralmente, como si Dios hubiese planeado
castigar a alguien. Esto a mí me parecía imposible y extraño. Sin embargo es un
patrón que funciona psicológicamente dentro de uno mismo. El impulso es preguntar, '¿por qué a mí?' No podría ser sencillamente insignificante, mucho más que el
nacimiento de un niño maravilloso podría ser insignificante. Empecé a pensar en
cómo los griegos y romanos imaginaron a las fuerzas naturales como poderosas
fuerzas benignas o malévolas, que o concedían vida o la destruían, mas no era
un asunto de intencionalidad. Zeus, Apolo y el resto de dioses afectaban tu
vida sin pensar en ello, sin intención alguna”. Luego de las muertes de Mark y
Heinz, Pagels se preguntó cómo la gente enfrentaba la catástrofe, dónde
enfocaban su rabia, “Para los más religiosos… bueno, algunos se enfadarían con
Dios; pero eso a mí no me hacía sentido. En la iglesia antigua, se enojaban
con Satanás. Eso parecía tener más sentido, por lo que tuve que preguntarme,
¿qué es Satanás?, ¿qué es el diablo?”
Elaine Hiesey Pagels
creció en un mundo en el que la idea de plantearse tales preguntas, o de
estudiar la religión como una disciplina académica era un poco ridícula. Su
padre, profesor de biología de Stanford, era Protestante pero casi
agresivamente inobservante. Consideraba su religión obsoleta. A sus ojos había
habido una línea progresiva en la historia de la humanidad de la magia a la
religión y luego a la ciencia. En parte por curiosidad y en parte por
la adolescente búsqueda de cómo enloquecer a sus padres, Elaine empezó a ir a
la iglesia evangélica local cuando tenía trece años. Tuvo éxito en su rebelión
pero dejó de ir un par de años después, cuando decidió que las
historias e instrucciones de la biblia estaban siendo entendidas demasiado
literalmente. Su persistente ambivalencia es de moderna familiaridad: un
constante ir y venir entre la necesidad o interés espiritual y la renuencia a
acatar las ortodoxias de cualquier iglesia. Aún en la actualidad, cuando a
Pagels le preguntan si es creyente, responde: “No exactamente”, o “No en el
sentido que los creyentes le dan a la palabra”, o algo por el estilo. Se siente
profundamente atraída por el ritual religioso: ha visitado centros Zen en San
Francisco, visto los rituales aborígenes de danza con serpientes de los Hopi en
el sudoeste norteamericano (actualmente, aún va regularmente a una iglesia
episcopal, “pensando al principio que iba en contra de la imagen que tengo de
mí misma”) Luego de pensarlo mucho, decidió, luego de graduarse de Stanford,
aplicar para estudios de posgrado en religión en Harvard.
“En aquella época, en los
sesenta, la mayoría de mis colegas no consideraban la religión un objeto digno
de estudio” me dijo, cuando nos citamos una tarde en su oficina de
Princenton. “Incluso Heinz, cuando lo conocí, pensó que era un tanto extraño. Pero
estaba determinada. Cuando apliqué a Harvard, me dijeron ‘Espera un año. Hemos
tenido mala suerte con las mujeres estudiantes, siempre renuncian y se casan’
Pero quería ir; así que mientras tanto obtuve mi máster en griego y luego entre
al programa de religión de Harvard en 1965. Mis padres, está de más decirlo,
pensaron que era sumamente raro”
A Pagels le interesan una
miríada de distintas disciplinas: poesía, música, danza moderna, así que le
pregunté si había decidido estudiar a la religión como parte de una búsqueda
espiritual o académica. “Bueno… ambas, realmente”, responde. “Para mucha gente
como yo, quienes se han decepcionado por la forma que toma la iglesia moderna,
existe la idea que volviendo a una iglesia cristiana más temprana encontrarás
una era dorada más pura, una versión más clara y simple de lo que luego se
tornó más complejo y amplificado. Los cristianos al contemplar al mundo
de hoy ven Cristianos Científicos, Católicos Romanos, Griegos Ortodoxos,
Bautistas Sureños, Metodistas, Presbiterianos Derechistas, Pentecostalistas y concluyen que es una tremenda cacofonía de voces, una situación imposible.
Cuando fui a la universidad con esa ingenua idea, uno de mis profesores,
Krister Stendhal, quien fuera obispo luterano, me preguntó… ‘¿Por qué has
venido?’, mi respuesta fue algo relacionado con encontrar la esencia de la
cristiandad y él me miró de una forma muy penetrante y dijo: ‘¿Cómo sabes que
tiene una esencia?’ En ese momento supe por qué había ido al posgrado: para que
me hicieran ese tipo de preguntas. Pero estaba en la búsqueda de un fenómeno
que explicaría tanto mi fascinación por el cristianismo como mi descontento con
sus diversas formas institucionales. Pensaba que se encontraba muy atrás en sus
comienzos, algo puro en sus revelaciones divinas. Lo que encontré, primero que
todo, es que uno no puede regresar a esa revelación en ninguna forma en la que
pudiéramos acordar es pura. En sólo una generación después de Jesús de Nazaret,
ya había todo tipo de fracciones y más adelante muchísimas otras más. No sólo eso, sino que
había fracciones y diferencias en los mismísimos evangelios. Era un cuadro
mucho más complicado que lo que jamás había imaginado”
Nada le probó a Pagels lo
complicado del paleocristianismo más definitivamente que su primer encuentro
con los manuscritos gnósticos. El gnosticismo estaba lejos de ser desconocido
en círculos académicos: pensadores ortodoxos del cristianismo primitivo
escribieron extensivamente sobre el gnosticismo, fundamentalmente reprobándolo;
escritores tan diversos como Gibbon, Blake, Melville y Jung estaban al tanto
del gnosticismo e interesados en él. Entre las Guerras Mundiales, el académico
alemán Hans Jonas (entre otros) escribió sobre las fuentes del gnosticismo.
Pero cuando los Manuscritos de Nag Hammadi fueron descubiertos en 1945, la
prueba concreta de las complicaciones paleocristianas, las diversas formas que
tomó en esas primeras generaciones después de Cristo, se tornó indiscutible.
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Muhammad Ali al-Samman (fuente) |
Como fue el caso de los
Manuscritos del Mar Muerto, el estudio de los homónimos de Nag Hammadi
languideció por años debido a la confusión, burocracia y eruditas batallas
territoriales. Por varios años luego que Muhammad Ali encontrara el legajo,
estuvieron mayormente en las manos de mercaderes de antigüedades que intentaron
hacer fortuna de ellos. Algunos papeles lentamente empezaron a estar
disponibles para los académicos, pero fundamentalmente permanecieron
desperdigados. En 1952, el gobierno egipcio declaró a los manuscritos propiedad
nacional y aún asi en el mismo año un mercader se las apañó para vender un
importante códice al Instituto Jung en Zúrich. Eventualmente éste y el resto de
los Manuscritos Nag Hammadi fueron devueltos a El Cairo y puestos en el Museo
Copto. A lo largo de la década de los cincuenta se le permitió a algunos
académicos inspeccionarlos, pero aún no existía un sistema formal para su
publicación. Finalmente, en 1961, el Director General de la UNESCO convocó a la
publicación de los papeles y propuso el establecimiento de un panel académico
internacional para preparar una edición de fotografías de los mismos. El primer
volumen de esa edición apareció en el '72 y la serie fue completada en 1977.
James Robinson, el director del Instituto para la Antigüedad y Cristianismo,
quien era miembro del comité UNESCO, jugó un papel especialmente heroico,
circulando copias de los manuscritos de forma privada para que muchos
estudiosos tuvieron acceso al hallazgo mucho antes de su publicación oficial.
Pagels fue una de los
académicos que obtuvo acceso al samizdat gnóstico. Estaba emocionada de encontrarse
entre los pocos afortunados. Veinte años después del hallazgo, los textos era un parcial secreto a voces. La primera vez que oyó sobre
el descubrimiento en Nag Hammadi fue cuando empezaba sus estudios de posgrado en
Harvard y fue con el fomento de su mentor allí, Helmut Koester, que aprendió
copto para poder estudiarlos. En 1970 completó su tesis doctoral sobre la lucha
entre el cristianismo ortodoxo y gnóstico, y en 1975 viajó a El Cairo para
estudiar los documentos de primera mano. Su experiencia allí fue maravillosa.
En el Museo Copto trabajó en una mesa, encorvada sobre papiros que le parecían
mucho más hermosos que cualquiera de las fotografías que había visto circulando
en los Estados Unidos; niños jugaban cerca y una conserje trapeaba el piso
mientras Pagels se paseaba por el Diálogo del Salvador, la Interpretación del Conocimiento, el Evangelio de María Magdalena y todos los otros extraños textos gnósticos: mitos,
instrucciones místicas, épicas creacionistas, evangelios alternativos. Pagels
se unió a un equipo internacional hecho de unas pocas docenas de profesionales
que, bajo la dirección de Robinson, publicaron una edición inglesa de los
manuscritos, titulada “The Nag Hammadi Library” en 1977.
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Nag Hammadi Codex II, folio 32.
Principio del Evangelio de Tomás (fuente) |
“Es gracioso, recuerdo leer
la novela ‘El Mundo’ de Irving Wallace, la cual trata sobre alguien encontrando
un evangelio secreto. Al final se revela que es algo trivial, una especia de estafa
protestante, completamente aburrida y decepcionante. Pero cuando abres el
Evangelio de Tomás, el cual permaneció oculta por muchos siglos, no es trivial
en absoluto. Te encuentras con un Jesús hablando crípticamente, como en un kōan zen. Es en este evangelio, en uno de mis
pasajes favoritos, Jesús dice:
‘Cuando saquéis lo que hay dentro de
vosotros,
esto que tenéis os salvará. Si no tenéis eso dentro de vosotros, esto
que no tenéis dentro de vosotros os matará."
Muchos de los textos gnósticos se
piensan fueron escritos después de los canónicos. Pero según Helmut Koester, es
muy posible que el Evangelio de Tomás, o una parte, haya sido compuesto entre los
años 50 y 100, esto es, tan temprano o antes que los de Marcos, Mateo, Juan y
Lucas.
Hasta cierto punto el
título “Los Evangelios Gnósticos” es muy amplio. No todos los papeles de Nag
Hammadi son gnósticos en su origen, y no todos son, estrictamente hablando,
evangelios. La variedad de textos hace que un análisis sintetizado sea muy
difícil. Pero hay textos como el Testimonio de la Verdad, por ejemplo, en el
que la historia del Jardín del Edén es contado a través de los ojos de la
serpiente, un símbolo de sabiduría divina, según la literatura gnóstica. En
esta versión, Dios amenaza a Adán y Eva, a la vez que la serpiente los empuja a
comer la fruta de la sabiduría. Quizá el aspecto más importante del texto es
que niega la Pasión de Cristo y ataca el entusiasmo canónico por el martirio
(De hecho, varios de los papeles: el Apocalipsis de Pedro, el
Segundo Tratado del Gran Set, el Tratado de la Resurrección, cuentan la
historia de la Pasión de maneras muy diferente a la canónica, sugiriendo que
Jesús no era un ser humano ordinario y que su sufrimiento no es modelo a emular).
El Testimonio de la Verdad se burla de los mártires “vacíos” por sus
desilusiones de redención y de pensadores como Ignacio de Antioquía o
Tertuliano por recibir a los mártires como ofrendas a Dios; un Dios como ése,
dice el texto, sería un caníbal.
|
San Ignacio devorado
por las fieras. (fuente) |
Sin embargo, la visión
ortodoxa del martirio y la de Cristo como ser mortal, prevaleció. ¿Por qué?
Pagels escribe que el énfasis ortodoxo en el martirio era esencial para
constituir a la Iglesia como una institución en el Siglo II. Líderes como
Ignacio escribieron cartas acerca del martirio a varios grupos de la iglesia en
momentos de terrible persecución cristiana, por lo que divulgar historias sobre
el martirio era una manera de advertir a los otros, cerrar filas y elevar el
espíritu. La visión gnóstica de Jesucristo como un ser puramente espiritual, en
este caso, no servía para este propósito. Los padres de la Iglesia estaban
justamente convencidos que el sufrimiento humano ordinario era validado a
través de la visión cristiana ortodoxa de la historia de Jesús: un hombre
ordinario martirizado por sus enemigos.
Pues yo soy la primera y la última,
la honorable y la despreciable,
la prostituta y la respetable,
la esposa y la virgen (…)
Soy la estéril y la que tiene muchos hijos (…)
Yo soy el silencio incomprensible (…)
yo soy la pronunciación de mi nombre.
|
Evangelio de Felipe · Codex II, 3 ·
Biblioteca Copta de Nag Hammadi
(fuente) |
Pagels
sugiere que este pasaje representa una tendencia en la literatura gnóstica de
darle un aspecto femenino a la representación de Dios. En el Evangelio de
Felipe, el nacimiento de Jesús deriva de la unión del Padre de Todo, una
divinidad masculina, y el Espíritu Santo, una presencia distintivamente
femenina. El texto se burla de la noción ortodoxa de la concepción de Jesús
independientemente de José: “No saben de lo que hablan”.
El
movimiento paleocristiano mostraba gran apertura hacia las mujeres. El mismo
Jesús desafió tradiciones judías al hablar libremente con ellas. Las mujeres
actuaban como profetas, apóstoles y maestras, y los gnósticos generalmente
afirman esto en la tradición de sus textos. Pero los cristianos ortodoxos
nuevamente atacaron... y decisivamente. Una vez más Pagels dice que la victoria
ortodoxa fue tanto política como teológica. Los líderes de la Iglesia
simplemente no podían tolerar lo que veían como un interés feminista en la
literatura gnóstica o en la jerarquía eclesiástica. Tertuliano, gran enemigo de
los gnósticos, estaba escandalizado por la idea de mujeres huyendo hacia sectas
heréticas y escribió:
“Estas mujeres herejes, ¡cuán audaces son!, no poseen
modestia alguna, son tan atrevidas como para enseñar, para discutir, exorcizar,
realizar curaciones y ¡muy bien pudiera ser que incluso quieran bautizar!”
Para
el año 200, el feminismo cristiano fue claramente finalizado por el texto
conocido en el Nuevo Testamento como la Primera Epístola de Pablo a Timoteo:
“La
mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer
enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”
Este
consenso de hegemonía masculina, “ha dominado la mayoría de las Iglesias
Cristianas” escribe Pagels, “Casi 2000 años después, en 1977, el Papa Pablo VI,
Obispo de Roma, declaró que las mujeres no podían ser sacerdotes porque '¡Nuestro Señor fue un Hombre!' Las fuentes de Nag Hammadi, descubiertas
en paralelo a una crisis social sobre los roles sexuales, nos retan a
re-interpretar la historia y revaluar la situación actual”
Pagels
determinó a medida que leía los textos gnósticos que los padres de la Iglesia
temían su extrañeza y variabilidad, especialmente la manera en que le daban
mayor importancia a la trascendencia y al conocimiento individual sobre la
obediencia al patriarcado ortodoxo. Sin embargo, algunos de sus críticos,
incluyendo a Raymond E. Brown, un teólogo cristiano, creen que Pagels exagera
sus aseveraciones sobre la importancia de los textos gnósticos. En una reseña mayormente negativa en el Times Book Review, Brown dice que en “Los Evangelios
Gnósticos” Pagels utiliza poco más de “casi nueve décimos” de su disertación en los
gnósticos, “lo que dejará al lector aupando por ellos y deseando que los cortos
de mente de los ortodoxos no hubiesen ganado”. Brown de hecho arguye que los
gnósticos eran elitistas y pensaban que el resto de los cristianos eran
ignorantes. “Lean los textos, y puede que resulten ‘pro-conservadores’
concluyendo que ese viejo decrépito de Ignacio (el obispo ortodoxo de Lyons)
tenía razón, después de todo, al considerar a los gnósticos como los más
grandes locos del Siglo II”
Pero
en general la crítica al libro fue positiva y se aceptó la garantía de Pagels
que no intentaba realizar proselitismo o celebrar a los gnósticos, sino más
bien subrayar la complejidad del cristianismo primitivo y explicar algunas de
las razones políticas y sociales del ascenso de la ortodoxia.
“Una
de las verdaderas razones por las que el libro de Elaine fue un éxito rotundo
es porque volvió pedazos la premisa del movimiento ecuménico”, ha dicho Malcom
Diamond, profesor emérito del Departamento de Religiones de Princenton.
“Existía esta idea que podías volver a la presunta unidad de la iglesia
primitiva, alejarte de la fragmentación de la cristiandad. Lo que Elaine mostró
fue que había más fragmentación en esa iglesia primitiva que la que hay hoy en
día. Eso fue alarmante y era sólo uno de sus muchos puntos. Quería
demostrar, a través de los manuscritos gnósticos, el rol activo de la mujer en
el cristianismo primitivo y cómo fueron expulsadas a la fuerza del gobierno
eclesiástico. Proveyó esta perspectiva sobre los evangelios establecidos y
las diversas tradiciones contra las que tuvieron que competir. Su punto era
retornar a esa época cuando todo era posible y tomar en serio a todos los
competidores y no sólo descartarlos. Su logro no es tanto de descubrimiento de
algo nuevo sino más bien de una actitud novedosa sobre el material no canónico”
No
sólo “Los Evangelios Gnósticos” ganó amplio reconocimiento académico y popular
sino que la misma Pagels se convirtió, sin desearlo ni escogerlo, en una
especie de sabia espiritual para algunos de sus lectores. Aún recibe cartas de
gente embarcada en búsquedas espirituales describiendo sus encuentros con los
Evangelios Gnósticos; algunas de éstas tratan a Pagels no como una
investigadora de textos antiguos, sino como la evangelista o autora. “De vez en
cuando se torna un poco raro”, dice riendo. Cuando la revista Vogue le pidió al
actor Harvey Keitel una entrevista antes del estreno de “El Piano”, Keitel pidió que la entrevistadora fuera Elaine Pagels, porque “Los Evangelios
Gnósticos” le habían cambiado la vida (Pagels, por su parte se rehusó a
hacerlo porque “no sé cómo escribir de esa forma”, aunque sí estuvo presente en
la entrevista por petición de Keitel) No hace mucho Pagels conoció a una mujer
quien era la cabeza de la Iglesia Gnóstica de Palo Alto, California. “Me sentí
encantada” me dijo Pagels, “Ella me contó que conoció algunas personas en el
Aeropuerto de Orly que le contaron sobre una antigua orden, la Orden de María
Magdalena”
“Pero
esto es algo muy serio. Está fermentando. La gente está empezando a pensar en
incorporar en el canon elementos cristianos que se habían perdido. Por
supuesto, hay mucha gente que ha abandonado el cristianismo del todo y se han
ido en búsqueda de modos más experimentales de acceder a lo divino, como los
cánticos, canalizar espíritus, por mencionar algunos. El gnosticismo no es un
asunto de fe. No se trata de eso. Por eso pienso que la analogía es con el
Budismo Zen, o el Budismo en general. Tiene que ver con las dimensiones de la
experiencia y la meditación. Es acerca de práctica, disciplina espiritual y la
imaginación religiosa. Si ves uno los textos gnósticos, el Discurso sobre la Ogdóada y la Eneada es
un diálogo entre un maestro y un estudiante. El estudiante ha leído todos los
libros y el maestro le dice, ‘Ahora debes ir más allá de lo que has leído en
los libros’, y trata de llevarlo a un nivel más elevado de contemplación, a un
estado extático a través de mantras, cánticos y demás. Se trata de dejar las
creencias atrás; gnosis significa conocimiento o entendimiento. No soy una
misionera del gnosticismo, pero lo que me interesa es que abre otras
dimensiones distintas a las disponibles en las iglesias o basadas en una
declaración de fe, que usualmente es una serie de proposiciones en las que
mucha gente no cree”
“Adán, Eva y la Serpiente” publicado en 1988
creció de “Los Evangelios Gnósticos” y ampliaba la idea de un cristianismo
primitivo plural. Según Pagels, la historia de la Creación y el desafío de Adán
de comer del Árbol de la Sabiduría, como aparecen en el segundo y tercer
capítulo de Génesis fue ampliamente interpretado por los pensadores
paleocristianos como una parábola de la libertad humana. Tal interpretación
tuvo una fuerte influencia en el comportamiento: sexualidad sin estigmas, al
matrimonio no se le consideraba menos santo que el celibato, el divorcio un
acontecimiento lamentable pero tolerable. En las primeras manifestaciones
cristianas como una secta judía disidente, sus seguidores abogaron por la
noción de libre albedrío. “Siempre que el cristianismo siguiera siendo un
movimiento perseguido, la mayoría de los predicadores cristianos proclamarían
el simple y poderoso mensaje de libertad que atraía a tantos en el mundo
romano, quizá incluso más a aquellos que nunca experimentaron la libertad en su
día a día”
Con la conversión del emperador romano Constantino
en el año 313 y la ascensión del Cristianismo como una religión mayoritaria,
la interpretación de la historia de la Creación, la imagen propia del
cristianismo occidental, cambiaría radicalmente. Cuando el monje y teólogo
Joviniano arguyó que el celibato no era más sagrado que el matrimonio, fue
denunciado por los teólogos del Siglo IV: Jerónimo, Ambrosio de Milán y Agustín
de Hipona y excomulgado.
|
St. Augustine De Philippe de Champaigne -
Los Angeles County Museum of Art:
online database: entry 171584, Dominio público (fuente) |
Agustín, (cuyo padre pagano había promovido sus
aventuras sexuales juveniles) renunció a un matrimonio cristiano que le habría
garantizado riquezas y estatus social y adoptó una vida ascética. Escribió
sobre el sexo en el lenguaje de un adicto, y como algunos adictos en
recuperación, tomó una posición absolutista: no existe terreno medio en
cuestiones de lujuria; el autocontrol es imposible, todos los hombres y mujeres
fallan. En su interpretación del segundo y tercer capítulo del Génesis como la
caída de la humanidad, Agustín rechazó la idea del libre albedrío y se alejó de
la sexualidad humana por ser innatamente pecaminosa. Fue la interpretación
agustiniana, escribe Pagels, la que se volvió la ortodoxia de la iglesia
occidental, desplazando a teólogos tan prominentes como Justino Mártir,
Clemente de Alejandría y Juan Crisóstomo. La interpretación de Agustín estaba
vinculada no sólo a su experiencia personal y pensada para las políticas de su
época: probó ser útil al emperador. Donde una vez una iglesia revolucionaria
había predicado un mensaje de libertad enfrentada al opresor romano, ahora,
como la religión oficial de Roma, describía la naturaleza humana como
inherentemente pecadora, fallida, enfermiza y necesitada de la autoridad absoluta
de la institución moral del estado, la Iglesia.
Una tarde en Princenton, le pregunté a Pagels por
qué la lectura del Génesis de Austín o la versión de Satanás del Nuevo
Testamento importaban hoy en día.
“Es cierto que muchos cristianos dirán, ‘Oh, el
Diablo, ¿quién cree en eso?’, como si fuese una parte desechable del
cristianismo. Los cristianos liberales dirían que el Diablo es irrelevante.
Pero no es así. La tensión dramática de toda la historia de Jesús no
funcionaría sin su presencia, porque, después de todo, es la historia de la
derrota del Señor. ¿Por qué Jesús fallaría si no fue debido a una fuerza
enormemente intensa y maligna? La forma de estas historias influye mucho en la
manera en que pensamos. Los detalles son esenciales. Sólo imagínate, era tan
sólo hace veinte años que la gente empezó a pensar que el uso de ‘El’ como un
pronombre general podría considerarse exclusivo hacia las mujeres. En cierto
momento, uno se da cuenta que sí hace una diferencia. Puede ser un ejemplo muy
trivial sobre cómo se forma la cultura, incluso sin malicia alguna, pero apunta
a la forma que tiene el orden social. En el caso de “el”, apunta a la
eficiencia del patriarcado. En mi propio trabajo nunca me je molestado en
cambiar el lenguaje, sino más bien en identificarlo (en este caso, el lenguaje
sobre el Diablo) y en ver sus efectos en el orden social. Cuando pensaba sobre
‘Adán, Eva y la Serpiente’ noté que recientemente ha habido todos estos cambios
de actitud sobre el divorcio y la homosexualidad, pero por mucho tiempo estas
actitudes en la cultura occidental parecían estar escritas en el universo, ¿por
qué?, ¿de dónde viene? Mucho de lo que parece escrito en la naturaleza misma, en
realidad se trata de un patrón cultural. No tienes que creer en estas religiones
para que tengan efecto sobre ti. El trabajo es emocionante porque empiezas a
descubrir lo que los jungianos llamarían el inconsciente cultural.
Lo que me interesa es cómo estas imágenes e
historias se relacionan con la manera en que vivimos ¿Cómo interpretamos
nuestras propias vidas y entendimiento propio a través de ellas?, ¿cómo ese
proceso imaginativo afecta nuestros sueños, cómo aparece en nuestras
metáforas?, ¿cómo nuestra imaginación de lo invisible se relaciona con la
manera en que actuamos, sentimos y pensamos? Está claro que las actitudes
sociales que tenemos como niños están formadas por la historia de Adán y Eva.
Satanás es una manera de percibir a los oponentes. Puedes no creer en esa
mitología del universo, pero está en ti, es una percepción de fondo”
****
Pagels ofrece conferencias en universidades todo el
tiempo, pero pocas han significado más para ella que la reciente charla sobre
el libro de Satanás en la Harvard Divinity School. Partes del libro han
aparecido en publicaciones académicas y le ha mostrado el manuscrito a algunos
colegas, pero ésta era la oportunidad para ensayar sus argumentos frente a una
sala repleta de estudiantes de posgrado y más importante, sus antiguos
mentores, Helmut Koester, Krister Stendhal y muchos otros estudiosos del Nuevo
Testamento y de la historia del Cristianismo Primitivo. Ese día, Pagels estaba
saliendo de un resfriado contagiado por sus niños y para cuando nuestro taxi
llegó al aeropuerto de Newark estaba pensando en dar la vuelta y regresar a
casa. Pero unas cuantas horas después, en el podio de la Divinity School,
parecía milagrosamente transformada: saludable y lista para la batalla.
Pagels dio su lectura sobre el desarrollo del Satanás del Nuevo Testamento y su
rol en el desarrollo del antisemitismo cristiano. Los evangelios del Nuevo
Testamento, dijo, identificaron a Satanás, no con los romanos (a pesar del
predominante rol romano en el juicio y ejecución de Cristo) sino con sus
contemporáneos judíos, “el enemigo íntimo”. En el Evangelio de Marcos
(23:13-15), por ejemplo, Jesús acusa a los Fariseos, la mayoría judía, de estar
poseídos por el demonio y ser hijos “del infierno”; de forma similar, en la
narrativa de la Pasión, Marcos (14:53-64) queda claro que “los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas”
se reunieron y “Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte”.
Marcos concluye que la corte Judía, el Sanedrín, así como “la multitud” de
mayoría judía, fueron responsables de la muerte de Jesús.
La figura de Poncio Pilatos, el gobernador romano, se
hace cada vez más benigna con cada evangelio sucesivo; los enemigos judíos son
retratados con una retórica cada vez más hostil. Mientras los testimonios
históricos de la época, desde Filón de Alejandría hasta Flavio Josefo,
describen la crueldad de Pilatos con detalle, refiriendo que rutinariamente
acorralaba judíos sospechosos de actividades anti-romanas; éste se convierte en
los evangelios en un personaje casi compasivo, mejor para pintar a los judíos como
los agentes satánicos en la ejecución de Jesús. Los resultados sociales de esta
interpretación de los evangelios es tal, que a medida que el movimiento
cristiano se volvió más Goy (menos judío), sus seguidores encontraron una justificación
canónica para odiar a los judíos. En un momento de la charla, Pagels miró hacia
el repleto auditorio y dijo, simplemente, “Este material es doloroso”
Hacia el final de “El Origen de Satanás” se hace claro
que mientras Pagels no se considera una evangelista de la sabiduría gnóstica,
sí muestra en algunos casos una clara preferencia por la interpretación
gnóstica sobre la canónica ortodoxa. Después de expresar su profundo
arrepentimiento sobre cómo la figura de Satanás ha distorsionado la perspectiva
humana y aumentado la agresión entre las gentes, acude al evangelio gnóstico de
Felipe, el cual según ella, ofrece una discusión más sutil y promisoria sobre
el bien y el mal. En el Evangelio de Felipe, Satanás nunca aparece. El mensaje
enseñado no es que existe un enfrentamiento eterno entre el bien y el mal, sino
que cada individuo debe conocer su potencial para hacer el mal. “En vez de
visionar el poder del mal como una fuerza extraña que amenaza con invadirnos
del exterior, el autor de Felipe urge a cada persona a reconocer el mal dentro
de sí misma y a erradicarlo conscientemente”.
Al concluir la lectura, alguien resaltó que aunque
Satanás es una figura crítica en los cuatro evangelios, está prácticamente
ausente en el resto de la literatura del Nuevo Testamento; por ejemplo en las
Epístolas de Pablo. Pagels no argumentó en contra de ello en el momento, pero
luego me comentó que los Evangelios como literatura, tienen un poder narrativo
que las Epístolas, a pesar de toda su importancia teológica, no pueden igualar.
“El Origen de Satanás” es, de hecho, un libro unilateral. Pagels lo admite. Su
intención no es el balance, en todos sus libros, le va mejor estremeciendo y
reorganizando formas establecidas de pensar, dejando para otros el ajuste
intelectual.
Una vez que los estudiantes y los invitados dejaron el
salón, Pagels fue a cenar al club de la facultad con sus mentores y colegas. Escuchó
bastantes críticas. Koester me dijo luego que veía “cabos sueltos” en el libro; "Pagels...", me dijo, encuentra evidencia de Satanás en textos “donde en realidad no
está”. Stendhal desea que hubiese cubierto las Epístolas de Pablo, pero era más
entusiasta: “Cuando el libro se publique, habrá por supuesto un cierto grado de
actitud defensiva. La gente dirá que está exagerando. Pero no lo creo. La
demonización es una de las plagas de la tradición religiosa, porque estás
tratando con una retórica intensa, aún más intensificada por el voltaje de la
divinidad. Mi único comentario sería que no ha tomado en cuenta las tradiciones
y retórica compensatoria en el cristianismo: ama a tus enemigos, etcétera” De
hecho, al final de su libro, Pagels sí menciona una tradición de generosidad
que va desde Francisco de Asís al Reverendo Martin Luther King, Jr.
Luego de la cena, Pagels quería seguir hablando un
poco más. Era tarde y supuse que con su resfriado, el viaje y el largo día
estaría exhausta. Al contrario, dijo que se sentía curada, incluso cargada, por
la conferencia y la discusión durante la cena.
“Luego que mi hijo murió, fui a la Iglesia del
Descanso Celestial en la Quinta Avenida, sólo para ver si soportaría entrar para el servicio funerario que se llevaría a cabo un par de días
despúes. Estaba con un amigo israelí. Era Semana Santa y permanecí allí mientras
escuchaba la liturgia del Viernes Santo, toda sobre la muerte de Jesús, y
probablemente porque mi amigo era judío, intensamente me conciencié de lo que
se estaba diciendo. Me sorprendí, realmente angustiada, porque dentro de esa
historia hay acusaciones terribles contra los judíos sobre la ejecución de
Jesús. Me impactó profundamente, este lenguaje demoníaco. La animosidad entre
los grupos humanos es universal, pero lo que aquí es diferente es la dimensión
moral y religiosa de la animosidad. Los griegos tenían ciertos recelos a los
judíos, los romanos resentimientos, pero el cristianismo agregó esta dimensión
moral y religiosa”
De vuelta a Princenton unos días después, le pregunté
si pensaba que el publicar “El Origen de Satán” tendría un efecto más allá de
lo académico, si la puesta al descubierto del lenguaje demoníaco en los
evangelios cambiaría en algo la demonización del mundo moderno.
“Cuando estaba hablando en Harvard sobre tratar de
desalojar la suposición heredada de una estructura del bien y el mal en el
universo, era algo que necesitaba hacer debido a los eventos sucedidos en mi
vida. Eso no quiere decir que soy relativista sobre el bien y el mal. El libro
es una meditación sobre el asunto de cómo percibimos
el bien y el mal. Para mí, el libro se mueve de una consideración del patrón
social sobre el bien y el mal, a una concientización de la capacidad del
individuo para el mal.
Cuando leo los evangelios ahora y me topo con la
figura de Satanás, en vez de saltar esa parte de la historia, la veo como una
especie de bandera de advertencia y pienso, ¿qué está haciendo este autor en este momento?, ¿cuál es la pista?, ¿sobre qué grupo de personas estamos
hablando y quién está diciéndolo? Me interesé mucho en la estructura de quién
está siendo demonizado y quién hace la demonización. Es cuestión de darse
cuenta en vez de sólo leer la historia rutinariamente. Cuando eso pasa, cambia
la manera en que leemos nuestra propia historia. Hubo una época, por ejemplo,
donde muy poca gente que no lo sufriera no era consciente del racismo como una
idea; ahora es un cuestionamiento que forma parte de nuestra cultura. No está
deshecho del todo, pero la mayoría de la gente encuentra imposible no darse
cuenta del racismo. Lo mismo puede decirse del sexismo y la homofobia. Eso,
también, es de lo que se trata el trabajo de Satanás y la demonización. Se
trata de darse cuenta”
*****
Ahora que Pagels ha culminado con las pruebas de
imprenta de “El Origen de Sarán”, está empezando a considerar su próximo
proyecto. Esta vez, está pensando acerca del problema de participación
religiosa: el contraste en la manera en que la gente participa en tradiciones y
rituales religiosos, alejándose bastante de proposiciones básicas de la
Iglesia. “Qué sucede cuando los cristianos, gente que fue criada cristiana como
yo, se preguntan, ‘¿en realidad creo en eso?, ¿creo que Jesús es el hijo de
Dios, o lo que sea? Y si la respuesta a esa pregunta es negativa, tienden a
abandonar la tradición. Es muy diferente del Judaísmo. Puedes ir a la Cena de Seder
y no importa si la persona a tu lado es practicante o sólo está en casa por las
festividades. Todo el mundo puede participar en el Seder, o asistir al
servicio. Lo que pienses o creas no es necesariamente importante. Más bien es
un tipo de conexión con la comunidad. En la comunidad cristiana, eso no existe
de esa forma, o no tanto. Mucha gente, si no cree, dejan las tradiciones
religiosas detrás”
Algunas veces en nuestras conversaciones, tenía la
sensación que el mundo invisible es aún una presencia muy fuerte para Pagels.
Habla acerca de Heinz con frecuencia. Está allí en su charla y al parecer en su
ser. La pérdida aún debe ser insoportable. Al mismo tiempo, me dijo que desde
hace un par de años se ha estado viendo con “un hombre maravilloso” un
prominente profesor de Leyes de Columbia llamado Kent Greenawalt. Al igual que
Pagels, Greenawalt enviudó hace seis años, tiene tres hijos con edades que van
de los diecisiete a los veinticuatro.
“Cuando ves a Elaine, ves a alguien que ha pasado
por cosas horribles” dice su amiga Elizabeth Diggs. “Si algo terrible te pasa,
puedes o ser heroico ante su horror y terminar siendo una persona mejor y más
fuerte, o dejar que te disminuya, convertirte en una víctima y ceder ante la
rabia y lástima. Luego de un tiempo, Elaine logró salir con la primera
alternativa. Logró salir más grande, generosa, amable y más madura”
Al final de mi última reunión con Pagels en
Pricenton, le mencioné lo que Elizabeth Digss había dicho, que había cambiado
en los años posteriores a las muertes de Mark y Heinz. Sonrió y me respondió, “Al
principio lo que sentí que cambió fue que involuntariamente tuve que asumir
muchas de las tareas que Heinz hacía durante nuestra vida juntos, como padre,
como proveedor, como contribuyente de impuestos, como organizador, como la
persona que se encarga del auto. Hay ciertas estructuras ecológicas en
cualquier matrimonio, algunas con prejuicio de género y otras no.
Simplemente, la gente asume ciertos roles. De alguna manera, tuve que hacer de
todo. Pero especialmente, también quería asumir el reto de no rendirme, de no
desesperarme. Porque Heinz estuvo siempre del lado de la vida. Amaba la vida.
Estaba lleno de una emoción explorativa, interés, pasión. Me di cuenta que para
él sería deshonroso decir: ‘No puedo con esto, no puedo continuar, es muy
difícil’. De alguna manera quería asumir algunas de las cosas que había
aprendido de él, la manera en que se abrazaba a la vida, con todos sus peligros
y dificultades. Me reté a hacer eso. No puedo decir que lo haya hecho, pero es
lo que he querido”
“El Origen de Satán” se publicará en Junio. Está
dedicado a los vivos: “Para Sarah y David con amor”. Ese mismo mes, Pagels se
casará con Kent Greenawalt en una Iglesia Episcopal en Princenton. “Es como el
comienzo de una vida diferente”, dice.
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Elaine Pagels recibió la Medalla Nacional de Humanidades (la máxima condecoración civil en EEUU) de manos del Presidente Obama en Septiembre 2016 a los 73 años de edad (fuente) |